Cuando llamaba a los perros sonaba como el cuerno que llevaba colgando a la espalda y que jamás utilizaba, pero más nítidamente, más suave, como si su voz constituyese parte de la oscuridad y el silencio, de los que se deslizase para luego volver a adentrarse en ellos. Ehhhhh EhhhhhEhhhhh. Con alguien tengo que